El comercio electrónico, como cualquier otro mercado, también evoluciona y ha llegado el momento de la eclosión del subcom, acrónimo de “subscription commerce” o comercio de suscripción traducido a la lengua de Cervantes. Por lo general, los suscriptores pagan una cantidad al mes que no suele superar los 20 euros.
Como contrapartida estos suscriptores reciben una caja con producto. Regularmente para que una iniciativa subcom tenga éxito los suscriptores tiene que percibir – no entramos a detallar si esas percepciones tienen que ser reales – que lo que están recibiendo tiene mayor valor que el dinero que desembolsan mensualmente. En la extensión del sistema han tenido mucho que ver las redes sociales.
Una de estas iniciativas subcom es Nonabox, un subcom de productos para la mamá y el bebé. Muchas veces los consumidores no tienen ni idea del tipo de producto que les va a llegar ese mes. El sistema funciona debido a que los perfiles mayoritarios que tienen los servicios subcom tienen mucho de cazadores de gangas y que consumen productos siguiendo un patrón similar al de los usuarios de redes sociales y portales como Groupon u Ofertón.
En las actuales circunstancias de crisis económica, inducidos por el marketing online, el tener la idea de que por una suscripción vas a recibir productos que te interesan por un valor mayor que el invertido, se convierte en una perita en dulce a la cual muy pocos van a renunciar. Máxime cuando una de las principales labores de la recomendación social en estos momentos, pasa por indicar a nuestros amigos y allegados donde podemos comprar el mismo producto mucho más barato.
Finalmente, este modelo de suscripción de comercio electrónico no es más que el tradicional pero tecnificado y presente en nuestra casa gracias a internet. Ese mismo modelo también se ha ensayado durante muchos años con éxito en la venta de todo tipo de productos, desde libros hasta la de música u otro tipo de productos no perecederos.