Tras la llegada del Mariscal Brozip Tito al poder, el futuro de la península de los Balcanes cambiaría de forma drástica. Inicialmente, Tito se enfrentó a dos principales problemas. Por un lado, las importantes dificultades económicas en las que se encontraba sumergida Yugoslavia, para lo cual se desarrolló un plan de reformas en los sistemas de producción con el objetivo de mejorar y garantizar la competitividad de la economía yugoslava. Por otro, el problema derivado de las fragantes fracturas étnicas que azotaban la región desde hacía ya tiempo, incluida la región de Kosovo.
Para ello, se ideó un sistema de división político-territorial basada en la creación de diferentes Republicas Socialistas que tendrían su proporción de representatividad a nivel federal, entre las que no se encontraba directamente la región de Kosovo. Para su administración en este caso, se crea el Área Autónoma de Kosovo y Metohija, que pertenecía administrativamente a la Republica Socialista Serbia pero que poseía amplias competencias y una cierta autonomía. En este sentido, el sistema ideado por Tito en 1946 tendría bastante éxito en Kosovo, donde se detuvieron de forma paulatina los enfrentamientos durante la época (Jiménez, 2014, p. 17). No obstante, tal y como muestran las estadísticas durante los años del régimen titoísta, los albaneses jamás se sintieron demasiado entusiasmados por el nuevo Estado socialista. Es más, las cifras relativas al año 1957 hablan de que los albanos tan solo representaban el 2,4% de las afiliaciones a la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, algo que debe ser contrastado con el 4,5% de porcentaje poblacional que poseían los albanos en el conjunto de Yugoslavia. En otras etnias, como por ejemplo la serbia, esas cifras ascendían hasta el 54,5% (González, 2008).
La reforma política realizada con la nueva constitución aprobada en 1974, dotaría de un nuevo estatus político a Kosovo. Por una parte, la región continúa perteneciendo administrativamente a Serbia, pero pasa a denominarse la República Autónoma Socialista de Kosovo, algo que amplió aún más su ámbito competencial, pudiéndose aplicar planes de estudio en idioma albanés y favoreciendo la entrada de albanos en las instituciones locales. Por otro, la nueva República Autónoma dispondría de un nuevo representante en el Consejo Federal con capacidad de veto, igualando oficialmente su estatus al de los representantes serbios (Casanova, 2004, p. 348).
No obstante, la situación cambiará de forma completamente radical el 4 de mayo de 1980, tras la muerte del Mariscal Tito y por ende el fin de su papel clave en la representación del estado multiétnico. De ahí en adelante, las tensiones entre la comunidad serbia y albana crecerían de forma exponencial, certificando las fracturas
étnicas existentes en el territorio (Grossi, 2000, p. 309). Además, la llegada en 1989 de Slobodan Milosevic a la presidencia de la República Socialista de Serbia, supuso el inicio de la des-yugoslavización de los serbios durante la época denominada como revolución antiburocrática. Algo que acabó favoreciendo el crecimiento de las diferentes fuerzas etno-nacionalistas que componían el conjunto de la Republica Federal, incluyendo Kosovo (Vukovic, 2011, p. 13). Como consecuencia, las reformas políticoadministrativas realizadas por Serbia entre 1987 y 1991 acabaron debilitando completamente la capacidad de autogobierno de la región, restringiendo asimismo los derechos civiles de la población albanokosovar.
Es importante tener en cuenta que el nacionalismo albano en Kosovo siempre ha gozado de una presencia significativa en el territorio, remontándose inicialmente al periodo de ocupación otomana. Durante el trascurso de los años bajo el control yugoslavo, los albanos comenzaron a organizarse a través de partidos clandestinos, sindicatos y organizaciones civiles mediante las cuales trataban de establecer instituciones políticas paralelas, manteniendo generalmente una resistencia pacífica. Tanto es así, que ciertos autores han llegado a afirmar que Kosovo poseía la sociedad civil organizada con mayor activismo de toda Europa Oriental, siendo la Liga Democrática de Kosovo (LDK) su principal estandarte. Una sociedad civil nutrida de todos los diferentes sectores de la sociedad, aunque especialmente del ámbito académico. No obstante, y especialmente con la llegada de la década de los noventa, grupos paramilitares cobraron importancia en el conflicto kosovar, liderados por el autodenominado Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). Este tipo de grupos contaban con una dudosa financiación vinculada al narcotráfico, el mercado negro e incluso el apoyo de potencias externas, creciendo de forma significativa conforme los niveles de represión federales aumentaban y las vías del modelo reivindicado por la LDK se agotaban (Taibo, 2001, p. 105).
De esta forma, el ELK comenzó una serie de acciones violentas contra las autoridades serbias presentes en el territorio, que acabaría derivando en una confrontación bélica que se desarrollaría principalmente a lo largo del año 1997. Esta confrontación cesaría con la firma de un teórico acuerdo de paz en 1998, gracias, en parte, a la presión internacional a la que ambos bandos se vieron sometidos (Taibo, 2001, pp. 108-109). La situación pronto acabaría derivando en un proceso de diálogo auspiciado bajo un Grupo de Contacto formado por las principales potencias occidentales y denominado Conferencia de Rambouillet, la cual tendría como objetivo la resolución del conflicto por la vía diplomática. Sin embargo, las condiciones impuestas por los representantes internacionales no convencieron a Milosevic, que consideraba que existían puntos innegociables para cualquier estadista. Ante esto, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) amenazó con iniciar los bombardeos sistemáticos de territorio yugoslavo si recibían la negativa de Yugoslavia a firmar los acuerdos, hecho que se evidenciaría de forma definitiva el 24 de marzo de 1999 con el inicio de los ataques de la Alianza sobre territorio soberano yugoslavo.
Los objetivos de este TFM fueron:
El objetivo general de la presente investigación es analizar el papel de dos de los medios de comunicación escritos con mayor relevancia a nivel nacional (El País y ABC) con respecto a la cobertura informativa realizada durante los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia en 1999. A través de dicho análisis, se busca evidenciar la existencia de una propaganda sistemática en su línea discursiva, tratando de distinguir las posibles similitudes y/o diferencias existentes entre ambos periódicos.
El protagonismo que cobró España en el conflicto, enviando soporte militar y tecnológico para el desarrollo de las operaciones de ataque, hace que el papel de los medios en la proyección del conflicto resulte de vital importancia para entender el impacto que este tuvo en la opinión pública nacional. Y más teniendo en cuenta que dicha operación militar se realizaba sin el apoyo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, donde la Federación de Rusia había bloqueado toda aprobación de cualquier resolución con los términos estipulados por los países miembros de la Alianza.
Además es necesario tener en cuenta que durante la intervención, el histórico militante del PSOE Javier Solana ocupaba el cargo de Secretario General de la OTAN, mientras que la presidencia del gobierno correspondía al líder popular José María Aznar. Precisamente por eso, el objetivo secundario de la investigación es analizar las posibles diferencias discursivas existentes entre ambos periódicos, dado que teóricamente estos corresponden a líneas ideológicas diversas; siendo el diario ABC de tendencia más conservadora y El País de tendencia más progresista. Algo que nos permitiría certificar o refutar la idea de que, al menos en materia de política exterior y diplomacia, las elites políticas (entendidas como actores del proceso de comunicación política) pueden poseer una postura común que facilita la existencia de dinámicas comunicativas propagandísticas
Las dinámicas existentes dentro de la comunicación política hacen que los tres actores que la componen (las organizaciones políticas, la prensa y la opinión pública) se encuentren en una interrelación constante. Fruto de esas interacciones son la mayor parte de las transformaciones que se han desarrollado en cada uno de los ámbitos comunicativos que definen la política y, en el caso concreto del objeto de estudio investigado, también han cobrado una vital importancia.
El País y el ABC son considerados dos de los periódicos más relevantes a nivel nacional y resulta más que evidente que poseen la capacidad de incidir sobre la opinión pública de forma tanto directa como indirecta. Además, es importante tener en cuenta que durante el periodo analizado internet carecía de la relevancia informativa y de interacción que posee actualmente al no estar todavía tan generalizado y extendido.
Ahora bien, cuantificar el grado de influencia de ambos diarios resulta extremadamente difícil teniendo en cuenta que las conexiones entre los elementos de la comunicación alcanzan niveles de complejidad que se escapan al acercamiento teórico que realiza la presente investigación. No obstante, es necesario clarificar la elección de ambos periódicos al contestar estos a líneas ideológicas teóricamente diversas, siendo El País de una línea más progresista y el ABC de tendencia más conservadora. Así, se trata de responder a una lógica en la que según la cual el lector selecciona el origen de la información que consume teniendo muy presente la variable ideológica o de afinidad política con el diario en cuestión, con el claro objetivo de ratificar sus posicionamientos con respecto a los temas que ocupan la agenda. Algo que cobra vital importancia en aquellos casos donde el ciudadano no dispone de los instrumentos ni la información necesaria para generar sus propios posicionamientos; los temas denominados unobstrusive.
Dicho esto y remitiéndonos a las hipótesis planteadas en la presente investigación, lo que sí podemos afirmar es un consenso informativo imperante entre los medios analizados, que en términos generales responden a una misma lógica discursiva. Ambos se centran en culpabilizar a Milosevic de la guerra, y tratan de evitar temas propios de la posible ilegalidad de las operaciones de la OTAN con respecto al derecho internacional público. En aquellos momentos en los que es necesario hacer referencia a estos, se utiliza el pretexto de la intervención humanitaria para justificar las pretensiones del bando aliado. Al no poder hacer uso de los elementos estrictamente racionales, que en este caso corresponderían a los del ordenamiento jurídico internacional, son numerosas las referencias a historias reales de las masacres y sufrimientos del pueblo albano en Kosovo, especialmente a través de herramientas como el storytelling. De esta forma, se busca apelar al lado más sentimental y menos racional del lector para justificar los bombardeos.
Por otro lado, el consenso imperante en ambos periódicos deja entrever la posible existencia de un acuerdo entre las elites políticas del país, al proceder ambos de líneas ideológicas diversas en un momento en el que el bipartidismo era más imperante que nunca. Y es que en este sentido, ambos partidos debían mantener un discurso similar teniendo en cuenta el contexto político en el que nos encontrábamos; el socialista Javier Solana, ex Ministro de diferentes carteras a lo largo de diversos gobiernos socialistas, ocupaba desde 1992 el puesto de Secretario General de la OTAN, para posteriormente pasar al cargo de Alto Representante para la PESC en la UE, mientras que el Partido Popular, que se encontraba en el gobierno bajo la dirección de José María Aznar, empezaba a acercar posturas con sus socios Aliados con el objetivo final de acceder al selecto club del G-8. Los intereses existentes en ambos partidos podrían explicar de cierta manera las similitudes discursivas de ambos periódicos, aunque también es necesario tener en cuenta que, por lo general, la política exterior es un tema que suele presentarse de forma similar en la prensa generalista. Esto, evidentemente, muestra un consenso y un discurso homogéneo en las elites políticas españolas durante el conflicto de Kosovo.
Además, como parte de dicho consenso, ambos periódicos tratan de simplificar y desprestigiar las posturas contrarias a la intervención, como sucede con el caso concreto de Julio Anguita, Secretario General de Izquierda Unida por aquella época, el cual es criticado y casi ridiculizado por ambos diarios de forma constante.
Con respecto a la intensidad y nivel de la cobertura mediática, resulta innegable que los bombardeos de la OTAN ocuparon un lugar de gran relevancia en dichos periódicos, existiendo una serie de lógicas que se repiten en estos. Inicialmente, semanas antes de la intervención el número de impactos que presentan crece de forma escalonada conforme se acerca el inicio de la intervención, fruto del aumento de la tensión y la relevancia del conflicto. Estos impactos corresponden en su gran mayoría a la sección de política internacional, aunque es necesario matizar que existen asimismo referencias en las secciones de política nacional, opinión e incluso deporte, dada la gran cantidad de jugadores yugoslavos que militaban en conjuntos españoles. Si existe un matiz importante a tener en cuenta, es la existencia en el periódico El País de artículos de opinión críticos con los ataques de la OTAN, que hacen alusión directa a la ilegalidad de los mismos. No obstante, los crímenes de guerra y las masacres desarrolladas por Milosevic durante la época no son puestas en duda por ninguno de los diarios. Por su parte, el ABC se centra especialmente en el papel que desarrolló el Gobierno de España tanto en la intervención militar como en las vías diplomáticas, proyectando la imagen de un país con cierta relevancia internacional que aspira a ocupar un peso mayor en la arena de las relaciones internacionales.
El aumento continuado y progresivo de los impactos en ambos periódicos hasta la llegada del inicio de los bombardeos, supone un ejemplo perfecto del concepto de agenda-setting, y nos permite conocer la relevancia que otorgaron los medios de comunicación y las élites políticas al conflicto en cuestión. No obstante, una vez posicionada la intervención en la primera plana de la agenda mediática, esta se presenta de una determinada manera. Es decir, el hecho de que ambos medios centren sus principales esfuerzos en justificar la intervención con fines humanitarios, mostrando tanto las penurias de Milosevic como el posicionamiento a favor del resto de Aliados, así como evitar el tema de su legalidad, podría responder a las características propias de framing. Un discurso prefabricado cuyo objetivo es despertar ciertas emociones de rechazo en el lector (de ahí el uso de constante storytelling) para facilitar el posicionamiento de este. Simplificar y canalizar su análisis de la realidad.
Además, tal y como se ha mencionado anteriormente, la ridiculización y marginación de las voces discordantes (personificadas en Anguita) responde asimismo a la lógica de la espiral del silencio, dado que sirve como ejemplo para aquellos que mantengan las mismas opiniones. Si opinas contrario a la idea hegemónica y lo expresas en público, serás atacado y menospreciado por los grandes medios de comunicación y, por ende, por el conjunto de la opinión pública. Algo que, sin embargo, puede ser analizado desde otra perspectiva. Al menos durante la intervención, los estudios de opinión pública realizados muestran una sociedad dividida, tal y como estipula el barómetro realizado por el CIS en abril de 1999. En dicho estudio, hasta el 43,4% de los encuestados afirmaba encontrarse en desacuerdo o muy en desacuerdo con los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia, frente al 38,6% que decía estar muy de acuerdo o de acuerdo.
Datos que deben ser completados con el 51,3% de la ciudadanía que manifestaba que dichas acciones podrían haberse evitado por la vía diplomática (CIS, 1999). Aun así, en ninguno de los diarios analizados se ha podido observar la existencia de algún tipo de desacuerdo con los ataques, a excepción de artículos sueltos siempre provenientes de la sección de opinión.
Todo ello nos hace pensar hasta qué punto la cobertura informativa realizada por los diarios seleccionados podría ser considerada propaganda, teniendo en cuenta las características y especificidades propias de esta a nivel académico. En este sentido, hablamos de una cobertura que se presenta claramente como persuasiva, dado que pretende que el lector desarrolle o reproduzca una determinada conducta; el apoyo a la intervención con fines humanitarios a pesar de violar el derecho internacional. Una comunicación que es en tendida como de masas, dado su carácter impersonal y su voluntad de llegar al máximo número de lectores posibles. Además, su contenido no deja de ser ideológico y tiene como último objetivo cambiar estructuras de poder existentes tanto en Yugoslavia a nivel nacional, como en el sistema internacional en general. Un ejemplo perfecto puede ser la caricaturización constante que se realiza sobre Rusia, aliado tradicional serbio.
Por otro lado, parece más que evidente que hablamos de un proceso comunicativo cuyo objetivo es que el lector interiorice y tome como suyo el mensaje proyectado, es decir, su objetivo principal es generar una transformación en la opinión pública para que sus posiciones se alineen con las defendidas por las elites políticas, siendo, en primera y última instancia, los medios de comunicación la herramienta elegida para ello. Algo completamente lógico teniendo en cuenta la presencia del español Javier Solana al mando de las operaciones de guerra de la OTAN y la abierta colaboración que desde España se brindó a los bombardeos aportando factor militar y humano.
En definitiva, una voluntad de reposicionar a España como actor internacional de relevancia en la que las élites políticas utilizaron todos los recursos a su alcance, incluyendo procesos comunicativos de persuasión y propaganda.