De un tiempo a esta parte, somos conscientes de que el discurso político seduce al público por los fundamentos morales que suscita. Por ello, la oratoria moderna se esfuerza más en obtener la credibilidad de la palabra para alcanzar la aceptación popular.
¿Han perdido peso sus mensajes en la era de Internet y las redes sociales? ¿Puede un colectivo o individuo hacerles hablar de conceptos que no han salido de los centros de poder o influencia? Son algunas de las cuestiones que plantea “Clase valiente, el poder de las palabras”, un documental que es, a la vez, un experimento realizado durante la última campaña electoral en España para tratar de recuperar el lenguaje político para la gente.
La obra surgió como el proyecto de fin de grado de tres estudiantes de Comunicación Audiovisual. Una productora se interesó en el proyecto y les ayudó a darle un acabado profesional. La película obtuvo el Premio Indie del festival internacional de cine independiente de Albacete 2016 y se ha proyectado este año en salas de Madrid y Barcelona.
El experimento cuenta con la participación de más de 20 expertos y políticos de distintas ideologías debaten sobre los trucos y las carencias del lenguaje que emplean los representantes públicos. Los autores del estudio, Berbel, Borja Barrera Allué y Jan Matheu les interrogan sobre cómo introducir un nuevo concepto, precisamente, el que da título a la película, «clase valiente», en mítines y titulares de medios de comunicación. La película termina revelando el resultado de ese experimento.
Entre los especialistas consultados figura uno de los «sabios» a los que el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero recurrió en 2007 para preparar su campaña electoral, George Lakoff, autor de No pienses en un elefante, manual de cabecera sobre las ventajas de una buena estrategia de comunicación; también los escritores Owen Jones y Chistian Salmon, el líder del PSC, Miquel Iceta, el diputado de Podemos Íñigo Errejón, los responsables de los think tanks detrás de cada partido y especialistas “con licencia de manipulador”, como Luis Arroyo, Miguel Ángel Rodríguez o Jordi Cuminial, quien admite que el control del discurso, la medición estratégica de las palabras han llegado a fabricar “candidatos de cartón piedra”.
“Yo soy un manipulador”, dice Luis Arroyo, consultor de comunicación política, en un momento del documental. Arroyo afirma que las técnicas de oratoria siguen siendo “las mismas que hace 2.500 años”, como la anáfora (repetición de una o varias palabras al principio de cada frase) o la tríada (triple enumeración: “Sangre, sudor y lágrimas”). “El 60% de los aplausos en un mitin vienen detrás de una triada”. Pero ahora esas técnicas pueden ser menos efectivas. «La necesidad de contrastar constantemente con el adversario ha generado desconfianza hacia la política.” Todas son técnicas que se estudian en las especializaciones y másteres oficiales de comunicación o máster en marketing político, en el área política y de formación de portavoces.
En la misma línea se sitúa Iñaki Gabilondo, que acusa a los partidos políticos de “ingenuidad” por pretender establecer a primera hora de la mañana “un argumentario, una verdad oficial” sobre lo que ocurre poniendo por escrito las respuestas a las preguntas que creen que les van a plantear a lo largo del día. Para el periodista, ese esquema ya no tiene sentido porque los políticos no pueden anticiparlo todo. “Los medios de comunicación están debilitados en el mar de las nuevas tecnologías. En Internet aparecen voces no controladas por los viejos intermediadores. Esa sociedad valiente está doblando el pulso a los medios de comunicación”. Y añade: «Decirle a la gente que tiene que trabajar para entender es desagradable, pero es cierto. La información abre un primer nivel de conocimiento, pero para pasar a entender tienes que seguir trabajando, leyendo, participando en actos, reflexionando. ¿Qué debe hacer la gente? Lo primero, desconfiar».