Como ya anuncié en mi entrada anterior, voy a dedicar varias más a exponer las expresiones de triunfo que Desmond Morris distinguió en The Soccer Tribe (La Tribu del fútbol), traducido al español como El Deporte Rey. Como él distingue 18, creo que tres entradas serán suficientes.
Eric Berne denominó rituales a estas expresiones. También dedicaré una entrada a la que él llama programación social, con lo que podremos entender mucho mejor el fútbol.
Inmediatamente después del gol, el jugador que lo ha marcado emprende una loca carrera hacia su campo, normalmente con la boca abierta de par en par. Morris aporta dos razones para explicar este comportamiento. Una es la enorme erupción de energía desinhibida que siente el autor del tanto, después de las tensiones contenidas del encuentro. El sprint le ayuda a liberar esas tensiones. El otro motivo es que el movimiento rápido invalida toda sospecha de que el artífice del tanto esté esperando que sus compañeros le feliciten.
El Análisis Transaccional habla de caricias incondicionales. Podríamos interpretar que la motivación del jugador es interna, automotivación, sin que necesite el reconocimiento de sus compañeros.
Al alejarse de la portería enemiga, el jugador levante un brazo por encima de la cabeza. El gesto tiene más de saludo al público clamoroso que de iniciativa dedicada a sus compa eros. Los críticos han señalado: «Es como si César volviese de la guerra a recibir la aclamación del populacho». El hecho de que un héroe acepte los vítores de los espectadores es perfectamente válido y no merece vituperio.
Me agrada especialmente la interpretación complementaria de Morris, porque indica qué es lo que ocurre cuando faltan los rituales: Volver corriendo tranquilamente al centro del campo sin prestar atención a los aplausos sería, en cambio, una muestra de grosería.
Hay tres variantes distintas de la versión del brazo levantado: la de la mano abierta, parecida al saludo romano; la del puño cerrado, similar a la salutación comunista y la del índice en alto, en la que el dedo apunta al cielo, como si señalara el número uno: un gol más.
Sobre la interpretación de esta última variante, podemos decir que un jugador puede señalar que es el «número uno». Aunque no en un partido de fútbol, Luis Miguel Dominguín ejecutó ese gesto para significar que era «el número uno». El Análisis Transaccional interpretaría este gesto como una caricia condicional, pues si el público no reconoce lo que el futbolista o torero quiere significar, éste hace el ridículo.
Cuando el jugador corre de regreso por el campo, de repente da un salto en el aire con el puño alzado y luego lo deja caer con un potente golpe. El puñetazo se estrella en el vacío, pero simbólicamente está aplastando las cabezas vencidas del enemigo. Este puñetazo de arriba abajo es el movimiento básico de ataque de la especie humana.
Quizá la expresión más común de triunfo sea alzar hasta arriba ambos brazos. Produce el efecto de engrandecer y aumentar la estatura del autor del gol. Al describir sus sentimientos, es probable que emplee frases como «me siento tres metros más alto» y levantar los brazos en una manifestación física de esa sensación. Dicho en términos animales, al marcar un gol ha mejorado instantáneamente su situación en el grupo. En todo el universo animal, la situación encumbrada se manifiesta de modos que magnifican o elevan la talla del individuo, de suerte que en este sentido el autor de un gol está llevando a cabo una acción muy básica de comportamiento animal.
Mediante esta acción, el jugador triunfante dobla su estatura. Sus brazos alzados añaden sesenta centímetros a su talla y el salto hacia arriba le proporciona otros sesenta, haciendo que fugazmente el futbolista se sienta «tres metros más alto». La combinación de salto y brazos en alto es la muestra máxima del alarde que consiste en magnificar el tamaño de un hombre.
Es una versión rara, pero cada vez más frecuente. Es un curioso movimiento similar al acto de correr sin moverse del sitio o al de correr muy velozmente con las piernas mientras que el cuerpo se mueve muy despacio hacia delante. Al parecer, se trata de una variante «condensada» de la carrera después del gol, y representa una efusión emocional expresada en forma simbólica.
Suele ser un movimiento de algunos jugadores brasileños o africanos.
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Felicísimo Valbuena de la Fuente es Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Catedrático en la Facultad de Ciencias de la Información.