Desde hace dos meses, está corriendo por la Web una presentación que termina con esta exclamación: «¡Que arrase en Internet!». Y viene en diferentes formas de presentación. Se trata de una información, con una estadística muy detallada, de los 445.228 españoles que viven de la política. Casi el doble del segundo, que es Italia, y 300.000 más que Alemania. Lo bueno del caso es que quienes han realizado el estudio son asesores de la Presidencia del Gobierno.
¿Y por qué es bueno? Pues porque refleja una realidad. Y reconocer la realidad es el primer paso para cambiarla. Incluso, según Javier Fonseca, el Informe encuentra la causa de que la cifra se haya disparado por la práctica habitual de los grupos municipales y autonómicos de tener un determinado número de cargos de confianza que realizan labores internas de los grupos que, a su vez, se solapan con las de los asesores personales que, a su vez, tienen los políticos electos.
He presentado, sólo presentado, este problema, al ocuparme hace unos días, en el diario digital La Voz Libre- uno de los que tienen más difusión real- del nuevo gran libro sobre la realidad política española: La casta autonómica. La delirante España de los chiringuitos locales.
Esta frase me gusta porque impulsa el optimismo. ¿Qué es eso de que las cosas no pueden cambiar en España? Pues claro que sí. Frente a quienes piensan que el pueblo español siempre ha tendido al inmovilismo, ha habido otros estudiosos que señalan lo contrario: los españoles nos inclinamos a adoptar fácilmente las novedades, lo cual no es siempre conveniente, porque nos comportamos como unos superficiales. Pero ¿y otras veces? ¿De verdad que los españoles nos vamos a resistir a que ese casi medio millón de individuos que viven de la política queden reducidos a la mitad, a la tercera, a la quinta parte?. Claro que no vamos a oponernos; al revés: vamos a aplaudir a los partidos políticos que quiera cambiar esta insostenible realidad de la casta política.
¿A qué viene ese vocablo tan poco usual en nuestras conversaciones? Para responder a esa pregunta, he de realizar un rodeo, para el que me voy a basar en Gustavo Bueno.
«E.G. ‘I’ylor, el «fundador» de la Antropología cultural, al subrayar las analogías entre la Antropología cultural empírica y la Ciencia Natural, expuso la idea de que lo que para el naturalista son las especies zoológicas o botánicas, para el antropólogo son las diferentes morfologías de instrumentos, útiles, instituciones, o de conductas, correspondientes a los grupos humanos: «la flecha es una especie, como lo es la silla de montar».Si aplicamos esta ampliación del concepto de especie de Tylor a la sociedades humanas, habría que decir que una sociedad humana, desde la perspectiva antropológico-cultural, se nos presenta no ya como una simple «población cultural» (es decir, dotada de una única especie de útiles, instituciones o instrumentos característicos), sino como una «biocenosis de especies culturales a las que, además, por supuesto, habría que agregar las especies biológicas o botánicas a las que ya hemos aludido.
Todas estas diversas especies (más exactamente: los diversos individuos especificados en ellas), en tanto se interrelacionan y se codeterminan unos a otros (el destornillador se codetermina con una especie determinada de tornillo, y éste con una variedad de madera, y ésta con una forma de mercado y de transporte), constituyen una biocenosis antropológica.
Las «especies» -las marcas, los ejemplares… – se mantienen en competencia permanente («competitividad», dicen nuestros políticos y economistas): hay una «lucha por la vida» entre los individuos de esas diversas especies y entre las especies mismas, en virtud de la cual, en los intercambios del mercado, o de la guerra, unas resultan desplazadas por otras, o destruidas, o reutilizadas, o simplemente inutilizadas…Pero es posible también ampliar el concepto de biocenosis hasta el punto de poder aplicarlo, aunque en sentido analógico, a las mismas «poblaciones humanas», si nos atenemos a la estructura de la lógica antropológico-cultural de esas poblaciones». (España frente a Europa, Barcelona, Alba Editorial, Págs. 406-407).
Es lo que va a ocurrir en los próximos años con la «población política» española, italiana, francesa, griega etc, en todos los partidos políticos europeos. Los contribuyentes se han dado cuenta de que están sosteniendo a partidos políticos que son unos privilegiados. Por eso, ha llegado para ellos la hora de la reconversión. Primero, van a intentar defenderse como puedan; pero como no van a poder sostener argumentalmente su status, van a luchar por conservar su puesto. Y ahí es donde van a luchar con los de su propio partido, no con los de los partidos contrarios. Los peores enemigos están dentro de los partidos al que el político pertenece.
Y en esa lucha sin cuartel, pueden darse dos resultados: O ganan los mejor preparados o ganan los maniobreros. En los tres próximos años, vamos a asistir a casos de escándalos de políticos. Como ha ocurrido en muchas otras ocasiones. Por eso, los políticos que no hayan sido íntegros van a resultar una rémora para su propio partido. Ahora bien, un resultado que no nos gustaría a los contribuyentes es que se queden los políticos que no hayan robado. Tengo que hacer un acto de fe, creer en lo que no veo, y desear que queden los preparados.
Ver el informe de cargos y número de empleados de la Administración Pública en España
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Felicísimo Valbuena de la Fuente es Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Catedrático en la Facultad de Ciencias de la Información.
1 Comentario para La inevitable «biocenosis» en los partidos políticos
Carlos Oliva Muralles
julio 15th, 2012 at 1:59 am
Doctor, estoy haciendo mi tesis doctoral sobre el AT como forma de comunicación política en la campaña política 2011 en Guatemala, me puede hacer favor de indicarme si tiene algunos escritos sobre el tema o algunas orientaciones. Agradeciendo de antemano. Saludos