Comienzo a analizar las crisis por las que muchos ejecutivos pasan en las empresas y que E. E. Jennings había sistematizado en un modelo en forma de triángulo, después de tratar a muchos de ellos. Jennings ha sido uno de los consultores más importantes durante muchos años y su reputación le había convertido en un experto cuyos consejos mostraban su efectividad.
Jennings conoció a ejecutivos para quienes la autoridad representaba algo negativo en sus vidas. ¿De dónde procedía esa actitud negativa?. Por las pautas adquiridas en la niñez, o porque, en la comunicación empresarial que ellos habían vivido, se habían dado cuenta de que muchos hombres con cargos importantes no reunían los méritos suficientes para desempeñarlos. Dicho de otra manera, sus experiencias en comunicación empresarial les habían convencido de la vigencia del «Principio de Peter»: «En las organizaciones, las personas van promocionándose a puestos superiores hasta que adquieren su nivel de incompetencia… En resumen: la autoridad, o es mala o es tonta. O ambas cosas a la vez».
Lo que la gran crisis ha sacado a la luz en muchas empresas, y no sólo norteamericanas, es la avaricia sin límites de demasiados altos directivos. Había llegado un momento en que, más que preocuparse por la organización, lo estaban por blindar sus contratos. Ha descendido mucho la credibilidad de los directivos de las altas empresas. Por supuesto que ha habido excepciones, pero los escándalos han adquirido grandes proporciones cuando, después de haber recibido grandes cantidades del Estado para apuntalar sus empresas, lo primero que han hecho ha sido subirse sus sueldos. ¿Qué calidad va a tener la comunicación empresarial cuando quienes tienen autoridad se comportan de esa manera carente de integridad?
¿Qué es lo que ocurre cuando quien tiene autoridad percibe que alguno o algunos de los que le rodean tiene ese triángulo en la mente?. Esto quizá no lo perciba con palabras, sino de una forma no verbal. Porque en la comunicación empresarial, las personas aprenden las normas no por la comunicación escrita, ni verbal, en muchos casos, sino observando las claves no verbales en el comportamiento de los demás.
Quien tiene la autoridad desea rodearse de personas competentes y dinámicas, sí, pero también fiables, por recordar los tres celebres componentes de la credibilidad, según el «Grupo de Yale». Entonces, al ver que la persona con tal triángulo internalizado y acaso externalizado, no es fiable, hará lo posible y lo imposible por impedir el logro de los objetivos de carrera de tal persona. Esto tiene una importancia decisiva en la comunicación empresarial. Porque la persona que ve cómo la están torpedeando en su carrera profesional, puede hacer dos cosas: O rechazar agresivamente las medidas de rechazo que está sufriendo, o adaptarse a esa situación, esperando que los tiempos mejores. En ambos casos, la persona ha pasado por estados de ansiedad y frustración. Y esto no favorece precisamente una buena comunicación empresarial.
Una situación enteramente diferente ocurre cuando las personas ven a la autoridad como «demasiado buena» o atractiva. En ese caso, la crisis surge por el extremo contrario. El individuo se identifica hasta tal punto con la autoridad que llega a ser incapaz de tomar decisiones por sí mismo. Como dice un personaje de Doce hombres sin piedad: «Yo no supongo. Es mi jefe el que hace las suposiciones por mí». Es el jefe quien piensa por los demás, quien establece los objetivos, quien se ha preocupado de organizar la acción para conseguirlos. Sus consecuencias para la comunicación empresarial son muy desfavorables.
Porque, cuando desaparece el jefe, por traslado o cualquier otra causa, el individuo comprueba que no sabe apenas tomar decisiones por sí mismo. Parece como si la autoridad le hubiera concedido el «yo». Si examinamos las diferentes mentalidades de gestión, podemos comprobar cómo los grandes organizadores y realizadores son capaces de ejercer una gran fascinación sobre otras personas capaces de sacrificar todo, incluso su vida íntima, por lealtad al gran realizador.
Un máster en comunicación política, máster en comunicación empresarial, o un máster en comunicación corporativa siempre será una excelente opción para profesionales que quieren desarrollar mejores competencias en este campo profesional.
Felicísimo Valbuena de la Fuente es Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Catedrático en la Facultad de Ciencias de la Información.