Me gustaría haber titulado con más optimismo esta entrada en el Blog, pero después de comparar el debate Rajoy-Rubalcaba de hace dos días con todos los que he examinado durante años, y no han sido pocos, concluyo que ha sido el peor que he visto. Los de 1994, entre Felipe González y José María Aznar fueron mucho mejores. Aunque tampoco hemos de ponernos innecesariamente pesimistas: El debate de 2011 puede valer muy bien como el modelo de lo que no hay que hacer en comunicación política y empresarial. Aquí me voy a ocupar de cómo debatieron. En el diario digital «La Voz Libre» me ocupo de su conducta no verbal durante el debate. Título: «Del papel-chupete de Rajoy al muy sospechoso parpadeo de Rubalcaba».
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No sé quiénes han negociado las condiciones del debate. Lo que sí sé es que el Partido Popular ha accedido, una vez más, a que Campo Vidal sea un moderador parecido a James Lehrer, que tantos a os lleva protagonizando el primer debate presidencial en las campañas presidenciales norteamericanas. Pues no. Lehrer es un periodista independiente, y ha dado muchas muestras de serlo. Campo Vidal, no. Como Juan Luis Galiacho ha puesto de manifiesto en su Tesis Doctoral y, después en un artículo titulado «El oligopolio catalán en los medios de comunicación españoles: Un estudio longitudinal», lo más que ha hecho Campo Vidal ha sido introducir a periodistas catalanes en las televisiones privadas españolas. Entre ellas, a Olga Viza, no por casualidad la moderadora del segundo de los debates de 2008. A ver si en otra campaña electoral los partidos logran ponerse de acuerdo en un moderador independiente. No tiene por qué ser un periodista como Campo Vidal, con sus tres programas de televisión en Castilla-La Mancha, Andalucía y ETB2 (socialistas) y su Presidencia de la Academia de Televisión, todo ello redundando en beneficio de su productora Lua Multimedia. Es más, el próximo moderador ni siquiera tiene por qué ser periodista. Campo Vidal no representa la mejor comunicación política ni la mejor comunicación empresarial.
¿Quiénes han negociado el formato del debate? ¿Qué es eso de querer condicionar el juicio del público introduciendo a seis periodistas, tres a favor de cada partido, creando artificialmente ese descanso? Y en Televisión Espa ola. Esto es insultar la inteligencia de los telespectadores y votantes. ¿De qué país han copiado esta salida? Desde luego, no de un país serio. ¿Entonces? Lo que ha logrado ese formato es consagrar la expresión «periodistas de cámara». Alguno de ellos puede enfadarse porque escribo esto, pues le he dirigido su Tesis Doctoral, pero las cosas son como son. No me extra aría que esa idea haya salido de Campo Vidal, tan dado a mover los hilos del poder. Ahora sólo falta que la Academia de Televisión conceda algún premio a quien haya tenido esa infeliz ocurrencia. Ah, y de paso, a ver si nos enteramos con qué fondos se sostiene esa Academia. Desde luego, mi concepto de qué es un empresario y qué es la comunicación empresarial dista mucho del que Campo Vidal muestra. Necesitamos cambiar de formato y de moderador.
Escribí el capítulo «Debates» en «Manual de Periodismo», que coordiné hace años con Amado José El-Mir . Aislé determinadas normas pragmáticas para preparar, desarrollar y finalizar un debate.
Todo debate exige una preparación. Rubalcaba iba preparado, claro que sí, pero ¿en qué consistía su preparación? En centrar sus intervenciones en el programa de Mariano Rajoy con tanta insistencia que, al final, dio la impresión de ser un mero reactivo, de manera que sus propuestas quedaban desdibujadas. Un debate es una confrontación intelectual, sí, y también un combate. Por eso, al día siguiente de un debate, la gente y los medios de comunicación hablan de quién ha ganado o perdido. Por tanto, es imprescindible el ataque. Y ahí comenzó actuando bien Rubalcaba. Pero repetir los mismos recursos reduce su efectividad y, lo que es peor, puede anular la ventaja obtenida cuando esos recursos resultaban novedosos. Por eso, conviene variar y sorprender en diversos momentos del debate. Eso fue lo peor de Rubalcaba. Le faltó variedad de golpes y buen juego de piernas, como diría un crítico de boxeo. Rubalcaba se limitó a ser el corredor que siempre ha sido: tomó un carril y se dedicó a repetir los mismos pasos. Y sobre todo, logró que Rajoy le dijese que mentía y que lanzaba insidias. Con lo cual, el ataque repetido actuó como un boomerang contra Rubalcaba.
El «moderador» Campo Vidal sobraba porque no hacía las preguntas, es decir, no empleaba el estilo de James Lehrer o de otros periodistas en los debates norteamericanos; entonces, fue Rubalcaba el encargado de hacérselas a Rajoy. Pero aun así cometió el error de abusar de su ventaja. Insistía una y otra vez en reprochar a Rajoy que no había respondido a sus preguntas, como si fuera un profesor tratando a un alumno en un examen oral. Jim Lehrer le hizo una pregunta al candidato Al Gore, que éste no respondió. Y volvió a hacérsela, dejando que los telespectadores sacasen sus conclusiones. Rubalcaba, no, y cada vez fue más y más pesado. Los jóvenes dirían que terminó siendo un plasta.
Quien sabe debatir muestra claramente el punto de partida, los pasos intermedios y la conclusión. Rubalcaba tenía una ocasión de contrarrestar la fama de ocultar información importante y de comportarse como un marrullero. Por el contrario, quiso probar demasiado y no se cohibió en culpar al Partido Popular de todos los males de la economía. De esta manera, favoreció a su contrincante. Sobre todo, cuando días antes había admitido su responsabilidad en la mala marcha de la economía, como también había hecho Zapatero. Ahí dejó un flanco abierto que también supo aprovechar Rajoy.
La pregunta para la que hay que estar mejor preparado es «¿Qué haría usted?» y contestar ofreciendo una alternativa creíble. Rubalcaba propuso suprimir las Diputaciones, reducir las Fuerzas Armadas, luchar contra el fraude fiscal, reformar el impuesto de sociedades, retrasar dos años nuestras obligaciones con Europa e incentivar la Investigación y Desarrollo. Con lo cual, mezcló asuntos muy distintos. Uno, poco importante, aunque muy visible, como el de las Diputaciones; otro, sobre el que el Gobierno español no tiene control. Parecía que no dominaba estos asuntos y que se sentía más a gusto metiéndose con la Comunidad de Madrid. De esta manera, dio la impresión, como la lleva dando en toda la campaña, que tiene una visión muy estrecha de España: Madrid y Barcelona. ¿Y los restantes españoles?
En conclusión: Creo que el mayor aliado de Rajoy en el debate fue Rubalcaba. Personalmente, yo pensaba que tenía más talla. Desde luego, mucha más que los demás socialistas, que acertaron al escogerlo como candidato. Sin embargo, su imagen y su comunicación política se están diluyendo como un azucarillo. ¿Cómo se le ocurrió nombrar a Elena Valenciano para un puesto que a ésta le viene tan ancho, con su poca competencia? Ha tenido la mala suerte de que José Blanco esté acorralado, pero éste es mucho más competente y creativo que Valenciano. Cada día Rubalcaba tiene menos vitalidad. Desperdició los tres últimos minutos, en los que no leyó, como tan mal hizo Rajoy, pero miró a la cámara pestañeando continuamente. Perdió una gran ocasión de haber conectado muy bien, mucho mejor que Rajoy, con los votantes.
Lo primero que sorprende en el Partido Popular es lo poco original que resulta en comunicación política. Tenía razón Daniel Montero en el retrato que hacía de «La Casta» política cuando hacía ver las grandes coincidencias de intereses entre los dos grandes partidos. Por eso, no me ha extrañado que negociasen y amañasen un formato de debate tan pobre. Si no intervino Federico Trillo, ese flotador insustancial de la política, sería alguno o algunos que se le parecen bastante. Y con tanto complejo de derechas como el Conde de Romanones y… Trillo. El PP dejó fuera grandes asuntos que preocupan a la opinión pública de los espa oles.
Hay cuatro estrategias fundamentales en comunicación política: La Reserva o Secreto; la publicación de los asuntos en los medios; la puesta en escena- discursos, debates, campañas electorales, etc- y la publicidad, fundamentalmente electoral. Pues bien, Rajoy parece abonado a la Reserva. Le ha dado muy buen resultado y parece dispuesto a seguir practicándola. Por fin ha sacado su programa electoral y espera que tenga un efecto milagroso en la opinión pública. Ya lo veremos. De momento, nos encontramos ante un candidato que ha demostrado muy poco dominio de la comunicación política en dos elecciones anteriores… y en ésta. Cuando pensamos que sus asesores son Ana Mato o Pedro Arriola o Jorge Fernández Díaz, podemos esperanos cualquier cosa. ¡Qué gentes!. ¿De dónde han salido unas personas tan poco preparadas cultural e ideológicamente? Pueden soltar cualquier barbaridad en cualquier momento. Y quedarse tan tranquilos. Son como los globos: Tanto más suben cuanto menos peso tienen. Y por supuesto, no asesoran bien a Rajoy en los graves problemas de comunicación que éste tiene. Más bien, y esto lo supongo, se dedican a darle jabón.
¿A qué problemas graves de comunicación me refiero? Sobre todo, Rajoy tiene un enorme boquete en la banda no verbal, que he diseccionado en el artículo de «La Voz Libre». Y es que la diferencia entre leer y no leer es fundamental en comunicación política y en comunicación empresarial. Y en cuanto a la banda verbal, el gran problema de Rajoy es que nunca estamos seguros de cuándo va a estar bien o cuándo mal. Tiene unos altos y bajos que, a mi entender, son consecuencia de su bajo tono vital o de un autoconcepto nada claro.
En los debates, son esenciales los primeros tres minutos y los tres últimos. Ahí es donde un candidato establece el efecto de primacía y el efecto de recencia, es decir, las primeras y las últimas impresiones. Los desperdició de una forma increíble. Y muy poco respetuosa con su electorado y con los televidentes. Recuerden ustedes si han visto a un candidato, a uno solo, en España o en el extranjero, que haya tirado por la borda esos seis minutos. ¿A que no? Entonces, ¿por qué Rajoy es tan diferente? Los mayores enemigos de Rajoy son él mismo y sus colaboradores. Y para más adelante, Gallardón, como ya he explicado en dos entradas de este Blog.
El mayor acierto de Rajoy fue no dejarse dominar por Rubalcaba, que es un gran vanidoso, acostumbrado a que le hagan la ola. Ahí es donde estuvo bien, y le interrumpió también cuando él interrumpía, aunque ¿por qué no llamó la atención abiertamente al mismo moderador que, cuatro a os antes, había permitido las continuas faltas de educación de Zapatero?. También hizo bien cuando descubrió las falacias de Rubalcaba. Estuvo brillante, aunque lastrado por ese montón de papeles a los que se aferra. Rajoy es él y sus papeles. En la oratoria le falta destetarse.
En cuanto a sus propuestas, y aparte de repetir el gran concepto en el que tiene al sentido común, fueron bastante generales: que gane el PP, tener ministros competentes, decir la verdad y estabilidad presupuestaria. Bueno, eso suena muy bien, más algunas otras medidas concretas, pero no elevó el vuelo en ninguna ocasión. Vamos, que no se pareció al General De Gaulle cuando comienza sus Memorias de Guerra exponiendo su idea de qué es Francia para él. Rajoy parece un táctico, pero no un estratega y, por supuesto, nada de grandes ideas que hagan ver al público que la política es algo más que economía. Y aceptó la visión reducida de la Espa a de Rubalcaba: Madrid y Barcelona.
En resumen: dos candidatos de poca envergadura intelectual para ofrecer soluciones a unos problemas tan grandes como son los que ahora España ha de afrontar. Parece que Rajoy va a arrollar. No nos engañemos. La credibilidad y aceptación de los políticos no sigue una marcha continua, sino que pueden capotar en muy pocos meses. ¡Cuánto me gustaría equivocarme!. De momento, y en comunicación política, son dos malos ejemplos que no deberían imitar quienes deseen hablar y debatir bien.
Felicísimo Valbuena de la Fuente es Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Catedrático en la Facultad de Ciencias de la Información.