Si definimos una necesidad como la distancia que existe entre la situación tal como la vivimos y tal como nos gustaría vivirla, desde luego que acertamos al decir que el humor es uno de los factores que faltan en la comunicación política actual.
Es más, me atrevo a decir que es lo que falta en muchos sectores de la sociedad en los que debería estar presente. Y aquí incluyo la televisión. Todos los días podemos ver programas en los que los presentadores piensan y los participantes creen que tienen gracia, pero la deben de tener tan escondida que parece como si se tratara de crear un ambiente en el que el público estuviera condicionado para reírse y aplaudir.
Desde luego, mala comunicación política es la de los políticos que intentar pasar como humor la mercancía de la pantomima. Deben dejársela a los «cómicos». Sí, a esos que piensan que tienen gracia y carecen de ella.
La política exige un humor de cierta altura intelectual. En una época en la que los medios imponen su ley, los empresarios, los políticos, los clérigos, los militares… han de adaptarse a los «soundbites» o «bocados de sonido», es decir, a intervenciones de 9 segundos. Pueden estar seguros de que, si practican esta modalidad de hablar, saldrán en los medios. Si no, los que editen lo programas podrán prescindir de ellos.
Afortunadamente, el asunto está inventado desde hace muchos añ os. Sobre todo, en las grandes comedias de cine norteamericanas. Me refiero a los «wisecracks», las réplicas vivaces e ingeniosas, que sirven para hacer pensar, para refutar un argumento, para ridiculizar una posición, para pinchar a los pomposos y vacuos.
Hay una gran paradoja en las réplicas inteligentes. Los «wisecracks» en el cine resultaban muy «sexys», porque suprimían las referencias sexuales explícitas. Por eso, cuando a partir de 1968, el sexo se hizo explícito verbal y visualmente, desapareció casi todo el humor en el cine. Yo había intuido esto hacía tiempo- tampoco hay que estrujarse el cerebro para comprobarlo-, pero me lo confirmó un Prólogo de Rosemarie Jarski, de 1998, una de las mayores expertas en «wisecracks».
La que prefiero es de Churchill: «Hitler pensó que Inglaterra era un pollo al que iba a retorcer el cuello. Pues ¡qué pollo! Y ¡qué cuello!.»
Y también aquella de Franklin Delano Roosevelt cuando le preguntaaron en una rueda de prensa sobre los títulos-valores. «La situación es ésta: Un 6% de propietarios tienen el 96% de los títulos-valores. Es como si la cola de 6 pulgadas de un perro tuviera que tirar de las 96 pulgadas restantes. ¡Desde luego que esa cola tiene una gran potencia!». ¡
Estoy preparando un estudio sobre la que a mí me parece la serie más importante de humor en comunicación política. Tuvo dos fases: Sí, Ministro (finales de los setenta y primeros ochenta) y Sí, Pimer Ministro. Lo cerebros de esa serie fueron Jonathan Lynn y Anthony Jay. Crearon varios personajes que uno no puede olvidar. Sobre todo, Sir Humphrey, el Secretario Permanente, un auténtico maestro en salidas ingeniosas. La BBC editó los libros y los videos. En España contamos con la traducción de los libros- mala en los títulos de los libros y horrorosa en los títulos de algunos capítulos- y podemos adquirir los videos mucho mejor traducidos al español.
El escritor aragonés dedicó el Realce XV de El Discreto a Tener buenos repentes. En su gran obra Oráculo Manual y Arte de Prudencia, redujo mucho el comentario y dedicó el Aforismo 56 al mismo tema: «Tener buenos repentes. Nacen de una prontitud feliz. No hay aprietos ni acasos para ella, en fe de su vivacidad y despejo. Piensan mucho algunos para errarlo todo después, y otros lo aciertan todo sin pensarlo antes… Son plausibles los prestos, porque arguyen prodigiosa capacidad: en los conceptos, sutileza; en las obras, cordura».
Creo que ya lo he comentado en alguna entrada anterior, pero no me importa repetirlo. Schopenhauer, que admiraba mucho a Gracián tradujo el Oráculo… al alemán en el siglo XIX. En los a os 90 del Siglo XX, el Oráculo… se convirtió en un libro de lectura muy recomendada para los estudiantes de muchas Escuelas de Negocios en los Estados Unidos. Lo tradujeron como Arte de Prudencia. Debería ser un libro imprescindible para los que se dedican o piensan dedicarse a la comunicación política.
En resumen: que empresarios, políticos, clérigos, militares y cuantos se valen de la palabra para ejercer su actividad, se den cuenta de la importancia del humor, y del humor ingenioso y breve cuando hablen en los medios, porque en el humor reside mucho del presente y del futuro de la comunicación política.
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Felicísimo Valbuena de la Fuente es Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Catedrático en la Facultad de Ciencias de la Información.
3 Comentarios para El humor en la comunicación política
ramonborjacortes
diciembre 2nd, 2009 at 9:27 pm
para humor en campañas es lo que he leido en http://politicampaing.blogspot.com/
«Un dolar por cabeza»
F.Valbuena
diciembre 2nd, 2009 at 9:45 pm
Ramón:
Desde luego, hacía tiempo que no veía yo el humor negro aplicado a la política.
En cuanto a lo de Zapatero, ya expliqué, en una de mis entradas, cuál era la idea subyacente en la ceja de Zapatero.
Lhiam
junio 4th, 2011 at 2:28 am
Saludos…
Soy estudiante de la licenciatura en Ciencias Políticas, en la Universidad de Costa Rica. Estoy desarrollando el tema del humor político en mi tesis. Me encantaría poder comunicarme con usted y hacerle algunas preguntas. Tendría algún inconveniente?