El libro Educación Emocional, de Claude Steiner, al que ya he dedicado dos entradas en este Blog, plantea la «Educación Emocional con parejas y niños» (Capítulo 8). Steiner define la relación cooperativa con tres notas:
– La convicción de que ambas partes tienen iguales derechos,
– El acuerdo de no hacerse mutuamente juegos de poder, y
– El compromiso de ser sinceros.
Sobre las dos primeras características coincido con Steiner.
Tengo mis reservas sobre la tercera.
Steiner afirma que la sinceridad es el acuerdo más importante de una relación entre iguales. Nadie se involucra seriamente en una relación esperando que le mientan. De hecho, se supone que dos personas enamoradas no deberían mentirse nunca. En resumen, que la sinceridad es la mejor política.
Para entrar a fondo en lo que Steiner afirma, pienso que disponemos, al menos, de dos enfoques con gran potencia teórica. El primero es el de la auto-revelación, o self-disclosure, que contiene puntos de vista muy interesantes. Me ocuparé de este enfoque en una ocasión posterior.
El segundo es el de José María Méndez, un autor que tiene espléndidos libros sobre Axiología o Teoría de los Valores.
En su libro Valores Éticos, tiene tres páginas (554-556), con conceptos muy sólidos. Vamos a ver si los expongo para animar a los interesados en el asunto de la sinceridad.
Toda persona tiene derecho a que se le diga la verdad. No ciertamente toda verdad, sino sólo aquella verdad que le es debida. Cuando no tratamos de la Verdad con mayúscula, sino de lo que una persona hace o conoce, no todo el mundo tiene derecho a saberlo.
La veracidad es un acto de justicia de persona a persona. La sociedad no escucha ni oye. El diálogo se establece entre personas físicas. Por ejemplo, en el caso de un testimonio ante un tribunal, no se dice la verdad a la sociedad, sino al juez. Aunque esta declaración tenga profundas y serias repercusiones sociales.
Actualmente, la veracidad con las nuevas tecnologías es más difícil de cumplir, ha surgido el auge con las fake news y esto afecta tanto a empresas como partido político ante unas elecciones. Desde los máster oficial en comunicación política o máster en comunicación empresarial se pone mucho hincapié en como salir airoso cuando una fake news afecta al ámbito de la organización.
No toda verdad es debida a toda persona. Decir indiscriminadamente la verdad a todo el mundo recibe a veces el nombre pomposo de sinceridad: Pero la sinceridad a secas no es ninguna virtud. Puede ser incluso flagrante injusticia. Sólo la sinceridad que coincide con la veracidad es valiosa. La sinceridad se vive siempre hablando. La veracidad, en cambio, a veces hablando y a veces callando.
Si la llamada sinceridad no respeta los límites de la veracidad se convierte en una injusticia. Puede inducir, incluso, la obligación de restituir. Y de modo análogo la insinceridad es mala si se calla o disimula lo que otro justamente debe justamente saber pero puede ser buena- como mal menor- si así se consigue no decir lo que injustamente se querría saber de nosotros.
El que quiere obligarnos a declararle lo que no tiene derecho a saber no nos respeta como persona. Nos hace violencia física o moral. Lo ideal sería que no nos hiciese tal violencia y así no nos veríamos en la precisión de disimular o mentir. Pero si nos agrede, la insinceridad es simplemente legítima defensa.
Por tanto, no es la sinceridad o simple acuerdo entre niestras palabras y nuestros sentimientos lo que es reputado como un valor, sino la veracidad. Consiste en decir lo que es debido a nuestro interlocutor. No se puede prescindir en este valor de la alteridad, tan propia y distintiva de la justicia particular.
El canto a la sinceridad proviene de que ciertamente sería maravilloso un mundo en el que nadie pretendiese saber de los demás lo que no debe saber, donde nadie fuese curioso ni entrometido, pues entonces nadie se vería obligado a mentir o callar. Pero de ahí no se deduce que la sinceridad sea un valor ético. La veracidad es más fuerte que la sinceridad.
El antivalor que se opone a la veracidad es la mentira o el engaño. Pero hay muchos modos y grados de mentira.
Guardar un secreto, si es justo hacerlo así, es un acto de veracidad. Es decir lo que no se debe saber.
Felicísimo Valbuena de la Fuente es Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Catedrático en la Facultad de Ciencias de la Información.