En un mundo –el de las redes sociales- donde cada vez prima más el “tanto tienes, tanto vales”, elastroturfing, o compra de seguidores, es una práctica cada vez más común.
Ya habíamos visto y oído el negocio de la compra de followers en twitter, fans en Facebook, seguidores en Instagram, e incluso visualizadores en Youtube. Ahora esta moda para engrosar los perfiles ha llegado también a LinkedIn, la red social de los negocios y profesionales por excelencia
El objetivo de la compra de seguidores y contactos es la notoriedad, y son las propias empresas que venden este servicio las que prometen que “puede conseguir un éxito enorme y aumentar la popularidad -en este caso- de su negocio”. Este mensaje que relaciona el número de “amigos” con la popularidad y la influencia social, parece estar calando bastante en los usuarios de redes sociales, con un aumento significativo en los últimos tiempos no solo de empresas que se dedican a este negocio, sino también del volumen de búsquedas relacionadas realizadas por los usuarios de internet, lo que indica, cuanto menos, que existe interés por engordar los perfiles, al precio que sea.
Sin embargo, no todos tienen en cuenta las consecuencias de realizar estas prácticas, que si bien son legales, no siempre dan el resultado esperado: al contrario de lo que cabe esperar, lo que se produce es una drástica bajada del alcance efectivo.
Y es que, al igual que Google penaliza la compra-venta y granjas de enlaces, las redes sociales también están comenzando a castigar a los usuarios sospechosos de estas prácticas, ya que va en contra de sus políticas. La primera en hacerlo ha sido Facebook, que introdujo en su EdgeRank una fórmula que reduce la visibilidad y alcance de las publicaciones que realizan usuarios a los que se les detecta un número muy alto de seguidores y muy poca interacción con las publicaciones. No se generaba engagement.
Famosos son ya los “cara huevo” de twitter que tanto dieron que hablar en el ámbito político cuando a algunos políticos españoles se les acusó de un aumento fraudulento en el número de followers. En este caso, las cuentas no eran reales sino bots que hacían fácil el reconocimiento de estas prácticas al carecer de foto, actividad y, a menudo, de relación aparente con el usuario. Justin Bieber, Lady Gaga o Mitt Romney han sido otros de los que se han visto salpicados por esta polémica, que casi siempre acaba en escándalo. Por eso, las nuevas líneas apuntan hacia la adquisición de usuarios reales, que interactúen y sean importantes, y en el caso de LinkedIn prometen “conseguir personas que tengan las mismas habilidades profesionales que usted tiene” sosteniendo que se trata de contactos reales.
Y es que, aunque la compraventa de seguidores no sea punible legalmente hablando, sí lo es socialmente en la práctica, de manera que cuando se hace público, el usuario lo interioriza como “una estafa”, donde la imagen de marca se ve deteriorada al considerar que la misma está haciendo algo moralmente ilícito, perdiendo así reputación y confianza.